Thursday, November 17, 2016

Propio 28C-13 de noviembre de 2016


Monasterio de la Santa Cruz, West Park, NY

Br. Josép Martinez-Cubero,OHC 
Propio 28C13 de noviembre de 2016













VIGESIMOSEXTO DOMINGO EN TIEMPO ORDINARIO
Isaías 65:17-25
2 Tesalonicenses 3:6-13
Lucas 21:5-19

“Vendrán días en que de todo esto que ustedes están viendo no quedará ni una piedra sobre otra. Todo será destruido.”

El género de la porción del evangelio que hemos leído esta mañana pertenece a la literatura apocalíptica de la Biblia. La palabra apocalipsis es de origen griego y significa “revelar”. Lo que principalmente se revela en este tipo de escritura es el fin de la historia y la eternidad que lo seguirá. En otras palabras, la escritura apocalíptica es escatológica (tratando los tiempos del fin). A la misma vez, la escritura se basa en principios que son válidos a lo largo de la historia: el conflicto espiritual entre el bien y el mal y el control soberano de Dios sobre la historia y la naturaleza. El método de descripción es simbólico y visionario, o sea muchos de los detalles se siguen cumpliendo a lo largo de la historia. A mediante de este género de escritura ponemos al mundo en contexto y nos damos cuenta que todo pasa. Sin esta clase de contrapunto corremos el riesgo de tomar a este mundo demasiado en serio, de apegarnos a todo como si fuera a durar para siempre. Nos olvidamos que todo pasa, y todo se acaba.


La lectura del libro del profeta Isaías y el evangelio según San Lucas son escritas a comunidades que han sido sacudidas a la base por decepciones de la vida que ellos ni hubiesen querido ni hubiesen elegido nunca. Isaías le habla a un pueblo que acaba de regresar de exilio en Babilonia. Por muchos años el pueblo ha soñado sobre la Jerusalén que recuerdan, incluso el templo que había sido construido por el rey Salomón, con todo su esplendor. Pero la Jerusalén que encuentran a su regreso es una ciudad en ruinas. Ante ellos se encuentra la tarea monumental de reconstrucción pero sin los recursos que Salomón tenía a su poder. Es un tiempo de profundo pesimismo y desaliento. Pero Isaías nos da una visión para una comunidad de amor y compasión, el nuevo cielo y la nueva tierra que Dios está creando. Cada día, en cada situación, no importa que grande sea la decepción o la perdida tenemos la oportunidad de aceptar que la compasión y el amor de Dios funcionen.


 De manera similar, Lucas le escribe a una comunidad que ha experienciado la devastadora destrucción del templo en Jerusalén y la matanza de sus residentes por el imperio romano. El pueblo conoce muy bien la desesperación que se siente cuando en lo que uno confía muy queridamente ya no puede explicar la realidad en la que uno se encuentra. Recordemos que el evangelio fue escrito alrededor del año 85 d.C., o sea unos quince años después de la tercera destrucción del templo. Se puede decir que el texto no es profecía sino interpretación de historia, la historia que nos enseña que estas cosas se repiten una y otra vez. No obstante esta audiencia busca respuestas. ¿Quién es este Jesús, el que se supone que sea el Mesías, el nuevo rey David mandado para salvarnos de nuestros opresores? ¿Por qué murió? ¿Es verdad que resucitó y vive?¿Por qué Dios permitió que el templo se destruyera? ¿En donde se encuentra Dios en todo esto? El templo y todo lo que conocíamos se encuentra ahora en ruinas. ¿Y ahora qué? El pueblo había construido sus anhelos y sus esperanzas a cuentas del templo. Su imagen de Jesús como el Mesías, el salvador. Ellos como los escogidos y Dios el liberador, protector y la roca en la cual se podían parar. Pero el templo ahora estaba en ruinas.


¿Qué podemos hacer cuando nos fallan las imagines y los ídolos que elegimos para capturar el significado completo de aquél por quien añoramos? Cuando nuestro templo se destruye o la iglesia fracasa. Cuando las teologías son muy límites o las respuestas suenan absurdas o nos dejan queriendo mas. Cuando realidades nuevas se presentan en nuestras vidas. Es entonces que necesitamos el ejemplo de Jesús, quién supo lo que es vivir con las preguntas; rabino judío, maestro, experto en como contestar un pregunta con otra pregunta. Jesús, quién clamó por la justicia y defendió a los marginalizados. Jesús, quién puso a la gente antes de la ley y los animó a resistirse contra la injusticia y sin embargo no quiso usar armas. Jesús, quién desafió el status quo de las autoridades religiosas e insistió que Dios y nosotros somos uno. Jesús, quién insistió que el reino de Dios está aquí en la tierra y ha comenzado. Jesús, el que rompía las reglas y le gustaba las fiestas. Jesús, al que llamaron borrachón y glotón. Jesús, quién lo redujo todo a simplemente el amor, el amor a Dios y el amor al prójimo como sea ama uno mismo. Jesús, el que vivió y amó tan extraordinariamente, dándose completamente a la vida y a la humanidad sin querer desistir aunque sabía que era muy probable que lo mataran. Por eso en él vemos a Dios, la fuente de todo lo que es y siempre será.


 Aquellos de ustedes que tienen cuentas de facebook tal vez vieron, hace unas semanas, la fotografía del letrero de una iglesia que decía: “Cristo viene… y ojalá que sea antes de las elecciones.” Bueno, las elecciones han pasado y hasta la fecha que yo sepa la segunda venida no ocurrió. Todavía estamos aquí, pero ahora tratando de limpiar el desastre de una temporada de elección presidencial que a puesto sobre la mesa todo lo que quisiéramos pensar que no existe en esta nación. Es obvio decir que muchos están deslumbrados, preocupados y hasta con pánico por causa del resultado de la elección presidencial. Para muchos el país se siente completamente destrozado. Pero tenemos que recordar que en nuestra narrativa cristiana de salvación hubieron muchos momentos cuando el pueblo de Dios creyó que todo se había perdido y que no había salida, pero el pueblo siempre fue sorprendido con nueva vida y nuevos caminos emergiendo de circunstancias que parecían no tener ninguna clase de esperanza. (Y también recordemos que Jesús vivió en un territorio sometido al poder tirano del imperio romano que ejercía su dominio.) Ahora mas que nunca tenemos que recordar nuestra identidad como seguidores de Jesucristo y seguir adelante como una comunidad de esperanza, paz, justicia y reconciliación.


Como seguidores de Jesucristo declaramos nuestra confianza en el amor de Dios quien tiene todo el poder. Declaramos esta confianza hasta cuando la iglesia parece no poder contra todo lo que parece estar trabajando en contra del reino de Dios y hasta entre medio de circunstancias que retan nuestro sentido de esperanza. Seguimos adelante, firmes, con estabilidad y fe como insignia de lo que significa ser un creyente. Seguimos siendo testigos de las maravillas que Dios ha hecho, y continuamos aunque parezca lo opuesto. Todo depende en donde y en que centramos nuestro tiempo, nuestro esfuerzo y nuestra visión. Si nos fijamos solo en aquello que es temporario, nos perderemos las cosas que sí duran. Si solo vemos lo que aparenta tener obvia grandeza y esplendor, nos perderemos la belleza de lo que a primera vista parece no ser atractivo. Si nos centramos solo en el daño, lo destructivo, lo que es mortífero, nos perderemos lo que da ánimo, lo que es constructivo y lo que da vida.


Todos esos siglos atrás cuando el templo en Jerusalén se hallaba en ruinas, los seguidores de Jesús se dieron cuenta que Jesús era en realidad el Mesías. En Jesús encontraron el poder del amor. Con el tiempo se dieron cuenta que ese amor nacía una y otra vez en las caras de cada uno de ellos. Así mismo también comenzaron a vivir y amar al máximo, confiando que en Dios, quien es amor, encontrarían nueva vida- vida que es puro regalo.
Como Jesús, vivamos amando, sacrificando, luchando, probando, cuestionando, protestando con dignidad en contra de la injusticia, abrazando cada momento y confiando que Dios, la base de nuestro ser y creador de todo lo que es y siempre será nos sostiene por cada reto y por cada bendito momento no importa lo que venga. ¡Que así sea! ~Amén.

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